DESAFÍOS EN LA INSERCIÓN LABORAL DE LA MUJER

Pese a las mejoras en las condiciones de vida de la mujer, aún hoy en día, para la mayoría de ellas, es muy difícil encontrar un empleo bien remunerado a largo plazo. En el Ecuador, para 2022, solo 2 de cada 10 empleos estaban ocupados por mujeres. A su vez, el desempleo es el doble entre las mujeres en comparación con los hombres, y ellas ganan en promedio un 15% menos según el INEC. Estas situaciones provocan que el 44.3% de las mujeres en el país no tengan ingresos propios, lo que puede llevar a una alta vulnerabilidad ante el abuso y serias limitaciones en su desarrollo profesional.
La inserción laboral de la mujer, por lo tanto, es un tema de gran interés para nuestra sociedad, ya que existen varios obstáculos que evitan que las mujeres participen de manera plena en el mercado laboral y generen ingresos suficientes para que ellas y sus familias logren una mejor calidad de vida. Entre estos obstáculos se encuentran la falta de políticas públicas que promuevan la contratación femenina, los estereotipos sobre el género en las profesiones, como sucede en las ingenierías, y la discriminación de la mujer por el hecho de ser mujer.
Sin embargo, muchas expertas en el tema señalan que la mayor problemática que evita que las mujeres se integren en los mercados laborales es la desigual repartición de las tareas del hogar y los cuidados de la familia entre los hombres y las mujeres, lo cual conlleva, además, una carga desproporcionada de trabajo doméstico que recae sobre la mujer. Esto significa que, en la mayoría de los casos, las mujeres están parcial o totalmente a cargo del cuidado de los hijos, las personas mayores y el mantenimiento del hogar.
Este trabajo no remunerado que hacen las mujeres con el cuidado y las tareas domésticas les da una desventaja al momento de querer participar en el mercado laboral. Esto las lleva a aceptar empleos mal remunerados, con peores condiciones laborales y sin acceso a beneficios como la seguridad social. Esto sin considerar la carga emocional y mental que representa cuidar de un familiar y tratar de mantener un empleo.
En el Ecuador, para 2022, los datos muestran que, de cada 100 horas dedicadas a las labores del hogar, 88 las realizan las mujeres y 12 los hombres, según el INEC. La carga que representan los trabajos en el hogar que realiza la mujer provoca la reducción de su participación en el mercado laboral y en los empleos mejor remunerados, que en general requieren mayor disponibilidad. Esto limita el tiempo y la energía que tienen para centrarse en su faceta profesional, lo que reduce sus posibilidades de un ascenso y aumenta su inestabilidad laboral. Además, puede llevar a una preferencia de las mujeres por empleos con horarios más flexibles o temporales, que a menudo implican una menor remuneración. De la misma manera, esto impacta en las opciones educativas y profesionales de las mujeres, ya que una menor disponibilidad de tiempo libre representa menores posibilidades de adquirir mayor educación y mejorar sus opciones laborales.
Esta realidad nace de la persistencia de roles de género tradicionales y obsoletos que llevan a que las mujeres asuman la mayor parte del trabajo no remunerado relacionado con los cuidados del hogar. Por lo que hay una gran necesidad de replantear los roles de género y dividir de manera más equitativa los trabajos domésticos entre los hombres y las mujeres. Esto traerá amplios beneficios para las familias y la economía, ya que mejores condiciones laborales para las mujeres significan mayores ingresos para las familias y una mayor productividad y crecimiento económico para el país.
Lo más importante es que una distribución más equitativa de los trabajos del hogar permitirá un mayor desarrollo profesional y una vida más plena para nuestras esposas, madres, hijas y hermanas.

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