CONFIANZA FINANCIERO BASE PARA MANTENER UN SISTEMA SÓLIDO Y PRODUCTIVO

La emergencia sanitaria motivada por el coronavirus ha pues­to a todas las autoridades mundiales en la búsqueda de me­didas paliativas a la crisis, tanto para la población en riesgo como para sus economías venidas a declive.

Antes de profundizar sobre las consecuencias de esta pandemia en el sistema financiero ecuatoriano, necesitamos recapitular algunos eventos económicos internacionales y nacionales sus­citados estos últimos meses.

China, origen del virus y una de las principales economías del planeta, fue la primera nación en entrar en cuarentena a co­mienzos de este año. Paró su producción y cerró sus fronteras; los resultados se sintieron de inmediato, especialmente en la demanda de materias primas importadas del resto del mundo.

Por causa de esta situación, el precio del barril de petróleo inició una baja permanente agravada a inicios de marzo por los con­flictos internos en la OPEC, entre Rusia y Arabia Saudita. El costo del barril cayó por debajo de los $30 (valor no registrado desde hace más de 3 décadas).

Recientemente, el virus se expandió a casi todos los continentes y la incertidumbre se apoderó de los mercados, las bolsas mun­diales comenzaron a caer estrepitosamente agravando aún más el escenario. Esto obligó a la ejecución de medidas urgentes de ajuste tanto en países desarrollados, como en países con recur­sos limitados como el Ecuador.

¿Qué pasa en lo local? Desde 2016, el Ecuador entró en un estan­camiento económico, mostrando tasas de crecimiento mínimas o ligeramente negativas. Esta realidad fue el resultado del des­barajuste de finanzas públicas heredado del gobierno pasado.

El modelo estado-paternalista tiene la característica principal de depender del gasto público como motor de desarrollo económi­co, pero lastimosamente necesita de factores exógenos como el precio del petróleo y el financiamiento externo.

Basado en esta realidad las noticias del coronavirus y su impacto sobre los mercados son malas noticias. El Gobierno ha salido públicamente a exponer lo grave de la situación no sólo por el rápido número de casos de enfermos que debe atender, sino por la limitante de ingresos que va a enfrentar en las próximas semanas.

Si bien el Vicepresidente y el Ministro de Finanzas han destacado que existen $2.000 millones de préstamos en camino, habrá que entender hasta cuándo podrán ser útiles y cómo piensan reajus­tar las finanzas públicas.

Por su parte, el Sistema Financiero Ecuatoriano muestra un cre­cimiento permanentemente, afianzando su solidez a lo largo de los últimos años. Esta realidad no debe sonar egoísta, sino más bien alentadora, pues en un país dolarizado el propio sistema debe gestionar sus reservas para enfrentar este tipo de crisis.

En países con políticas monetarias o moneda propia, el Estado cumple la figura de prestador de última instancia, lo cual garanti­za el funcionamiento del mercado; tómese como ejemplo EE.UU.. Que acabó de lanzar un paquete de estimulación económico de $2.000 billones.

Si bien estas son buenas noticias para los usuarios del sistema financiero, esto no significa que el sector vaya a operar de la misma forma como lo hacía. Es claro que un shock económico negativo va a tener repercusiones sobre el sistema y éste tendrá que adaptarse a la nueva realidad. Las crisis pasadas sirven de referente para entender cuáles serán los posibles escenarios o efectos que deberán enfrentar ahora las instituciones financie­ras y las medidas de ajuste que entendemos deberán cumplirse.

El primer efecto que debemos esperar que ocurra es la reduc­ción de las captaciones con el público. En el año 2015, cuando el precio del petróleo cayó desde los niveles promedio de $90 a los $40, los depósitos descendieron un 8,6% .

Las instituciones financieras reguladas deben cumplir con están­dares mínimos de liquidez que aseguren el cumplimiento de sus obligaciones con los depositantes, estos limites se construyen en base a la volatilidad y concentración de los depósitos, por lo que se esperaría que los niveles de liquidez requeridos aumen­ten y las instituciones destinen menos recursos al otorgamiento de crédito o a la compra de activos fijos.

Para ratificar lo anterior, podemos revisar lo ocurrido en 2015, cuando el saldo de crédito se redujo en 4,6% . Si bien en ese año la reducción del crédito fue inferior a la merma en los depósitos, no podemos asegurar que lo mismo ocurra esta ocasión, pues los antecedentes y agravantes de la crisis son distintos.

Lo que sí podemos asegurar es que las instituciones que hayan priorizado reservas altas de liquidez podrán esperar una con­tracción más baja de crédito, mientras que aquellas que hayan estado operando al límite deberán esperar una contracción más drástica.

El segundo efecto, que en parte tiene relación con el primero, es el de ajustar las políticas de crédito siendo más estrictos con el perfil de los prestamistas ¿Por qué ajustar las políticas de crédi­to? La respuesta es simple:

1) reducir el volumen de crédito para aumentar la liquidez.

2) asegurar el repago para evitar pérdidas por incumplimiento.

Estas medidas tienen un principio de solvencia, el cual considera cuidar al máximo el patrimonio para hacer frente a las pérdidas no esperadas como consecuencia de la crisis. De igual forma cada institución sabrá entender la severidad de las medidas que deba tomar, siendo menos favorecidas las que tengan portafo­lios con problemas serios de pago o concentrados en determi­nados segmentos económicos más golpeados por los efectos de la crisis.

En estos días el Gobierno, a través de la Junta de Política y Regu­lación Monetaria y Financiera, ha emitido dos resoluciones , las mismas que buscan diferir las obligaciones crediticias y aliviar el impacto económico mientras duren los inconvenientes.

Estas medidas son coherentes con la situación que vive el país y son correspondidas por otras buenas iniciativas del sistema financiero. Todavía es temprano para determinar el nivel de efi­cacia frente a los potenciales efectos, lo cual nos obliga a seguir monitoreando de cerca la evolución del sistema financiero en las próximas semanas y meses.

Como conclusión general, los ecuatorianos debemos mantener la calma y la tranquilidad en este momento de incertidumbre. Estar seguros de que esta crisis no podrá deshacer el esfuerzo que le ha tomado al sistema llegar a los niveles de solvencia que presenta hoy, recordando además que solo la confianza es la base para mantener un sistema financiero sólido y productivo.

 

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