DULCE TRADICIÓN FÁBRICA EL CÓNDOR

103 AÑOS. Por más de un siglo las deliciosas galletas de sal y de dulce, los confites, chocolatines y pastillas Indian Candy elaborados por
Fábrica El Cóndor han deleitado a los hogares ecuatorianos.

A principios del siglo 19 los hermanos Lisandro y Maxi­miliano Vaca Garzón junto a su familia emigraron de Am­bato hacia Guayaquil, en busca de mejores oportunidades económicas. En el Puerto Principal había movimiento co­mercial con la producción del cacao. Los hermanos Vaca Garzón trabajaron en las fábricas La Universal y La Roma donde ganaron experiencia en la elaboración de pastas, galletas y confites.

Con visión emprendedora y la apertura del tren, ellos se establecieron nuevamente en Ambato y en el año 1915 fundaron Fábrica El Cóndor para producir y comercializar galletas de sal y de dulce. La empresa ambateña se ubicó en la calle Cuenca y Mera con buena aceptación y creci­miento sostenido en el tiempo.

Tercera generación al frente

Los hermanos Santiago, Fabricio y Paulina Vaca Ruiz con­forman la tercera generación al frente de la administra­ción de Fábrica El Cóndor. Desde niños se involucraron en el trabajo de su abuelo Lisandro y su padre Carlos, quien asumió la dirección del negocio en 1969 ante el falleci­miento del principal fundador.

A partir del año 1990 la fábrica se dividió en varias lí­neas de producción. Galletería y Confitería se trasladó al barrio Ficoa bajo la dirección de Fabricio, quien constituyó la compañía “Galletas y Confites El Cóndor Galcondor Cía. Ltda.”, mientras que su hermano Santiago se hizo cargo de la fabricación de los derivados de cacao, café y pastillas Indian Candy. Ahora el centro de envasado funciona en el Parque Industrial de Ambato donde se producen dos to­neladas diarias de galletas de vainilla y 10 quintales de confites.

“La receta y diseño de las galletas nunca se ha modifi­cado”, según Paulina Vaca, inclusive se siguen empacando en papel despacho, aunque tienen una nueva funda de plástico para conservar el color de la primera.

Santiago recuerda cuando eran niños y veían trabajar a su abuelo en la fábrica, pero solo les dejaba entrar con las manos atrás por el peligro de las máquinas, luego les entregaba sus caramelos. También en vacaciones se invo­lucraban con pequeñas tareas como: armar cajones para embalajes, acomodar productos, vender en el almacén. El proceso de empezar desde abajo ha fortalecido el carácter de los hermanos Vaca Ruiz hasta llegar a la gerencia del negocio familiar.

“Hemos puesto toda la pasión en el trabajo plenamen­te identificado con Ambato, nos sentimos comprometidos con la ciudad y queremos continuar en el mismo proceso”, enfatiza Fabricio, quien se siente complacido porque con­servan la herencia.

Se han modernizado con nueva maquinaria y obtuvieron certificaciones por los productos alimenticios que utilizan con calidad competitiva, manteniendo la fórmula original de los abuelos para satisfacción del cliente, consumidor y proyectándose a un futuro de exportación.

El 50 por ciento de la producción se comercializa en Cotopaxi; 40 por ciento en Tungurahua; y el 10 por ciento restante en Pichincha, Carchi, Azuay, Guayas y otras provin­cias del país.

La comercialización

Paulina Vaca Ruiz administra la “Confitería El Cóndor” que está ubicada en la calle Cuenca y Mera, centro de Ambato, donde se exhiben toda la variedad de productos (confites, chocolatines, galletas de sal y dulce, chocolates y derivados, café, cocoa y galletas), además se han incorporado otras marcas de pequeños y grandes productores del país. Este año participó en la campaña ‘Ambato en noviembre, lo segundo a mitad de precio’.

Para los ambateños el sabor de las galletas es único, inclusive les han bautizado con nombres curiosos como ‘galleta de muerto’ porque son apetecidas para servir en los velorios; “tabla tríplex”, “cascajo”, “atranca puer­tas”, “baldosas” son otros nombres que la gente pone a la galleta de vainilla envuelta en papel de despacho. Al chocolatín elaborado con panela y coco le llaman el ‘rompemuelas’ y a la pastilla Indian Candy le cono­cen como la ‘pastilla salvatodo’ o ‘chiquitolina’, agrega Paulina.

“Nuestra niñez fue siempre entre dulces y sabores, a tal punto que nuestros cuadernos olían a vainilla”, reve­la Paulina con una sonrisa ante el recuerdo del trabajo de su abuelo Lisandro y su padre Carlos.

El movimiento en el local de comercialización es cons­tante durante todo el año, pero Navidad es la época especial porque los turistas buscan regalos para llevar a sus seres queridos o amigos. Sus productos llegan a otras ciudades ecuatorianas, a Estados Unidos y Europa.

Los tres administradores ambateños consideran que la clave del éxito de Fábrica El Cóndor es la pujanza, constan­cia de trabajo por más de 100 años y conservar la fórmula original del producto con el sabor de siempre.

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