EL COVID-19 RESETEÓ AL MUNDO lo puso entre entre la resistencia y la resiliencia

Por Agustín Sánchez

La pandemia declarada a raíz de la rápida e incontrolable propagación del coronavirus, ha generado fuertes efectos de orden público, social y económico. La óptica ambien­tal, se refiere a esta situación como el respiro que el planeta requería a gritos, y que constantemente nos lo advertía sin prestarle mayor atención.

¿La salud o la economía?, Para muchos la respuesta es bas­tante lógica, sin salud no se pueden generar actividades eco­nómicas, pero varios países como Inglaterra, Brasil y la gran potencia de Estados Unidos, han minimizado los efectos del COVID-19, y mantienen la postura que la economía no puede parar, pues sus efectos serían catastróficos en comparación de una “gripecita”. Solo el tiempo nos contará si el confinamiento fue la estrategia correcta, pero por lo pronto no se avizora otra alternativa eficaz, ante los esfuerzos de países y laboratorios en el desarrollo de medicina para tratamiento de infectados y vacunas para prevención.

La reducción del comercio mundial se estima bordeará el 10%, situación que nos deja en un complejo punto de partida para el reinicio de actividades. La demanda que acostumbramos se alterará, las tendencias de consumo variarán significativamente, lo que trae consigo el desplome económico de sectores como el turístico, industrial, comercial, importador y exportador

Tras ver enferma a China, la gran demandante y proveedora mundial, que ha incidió incluso en la caída en picada del pre­cio de barril de petróleo, el desafío se centra en levantar una sociedad golpeada no solo en lo económico, sino también en lo humano, pues cuadros dramáticos como Italia, Chi­na y España, que han sido afectadas con alto número de fallecidos, pone en el contexto global llegar a grandes y verdaderos acuerdos.

Ya no es una alternativa el ceder entre la clase obrera y clase empleadora, podríamos decir que es casi una de las pocas salidas si el objetivo es mantener plazas de empleo, deben mediarse condiciones justas que permitan resistir los impactos de la crisis.

Las regulaciones gubernamentales en el ámbito fiscal de­ben apuntar a aportes extraordinarios únicos por quienes más tienen, así como también habrá que hacer reajustes tributarios con miras a dinamizar la economía desde el nuevo punto de arranque.

A esto debe sumarse la paulatina e inmediata eliminación de subsidios de la gasolina extra, y la correcta focalización para el sector productivo con respecto al diésel. El sector financiero deberá jugar un papel clave con adaptación de las tasas de interés a la nueva realidad económica, como ya están aplicando en otros países, y esfuerzo similar deberá hacer el gobierno desplegando un equipo de primer nivel para renegociación de condiciones de deuda externa que permitan un respiro al país, cuyas condiciones sin duda, se­rán, entre otras, la reducción sustancial del excesivo gasto público que no termina de transparentarse.

El proceso de creación y adaptación al nuevo orden mun­dial, será lento y requerirá no solo de resistencia del apara­to productivo y tejido social, sino afianzar esa capacidad de adaptarse a las nuevas circunstancias, comprendiendo que el mundo se reseteó, y debemos reprogramar aquellos ob­jetivos que nos han traído hasta aquí. Superado este duro momento, habrá que preguntarnos el ¿Por qué? o el ¿para qué?, eso dependerá de cada uno

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