Mario Riorda , experto comunicador, se refiere a tres actos frugales que la sociedad, en medio de esta pandemia, ha sido incapaz de poner en práctica: compartir, informar, cooperar. Ser frugal es tener la racionalidad suficiente para consumir solo lo necesario y en ese justo aspecto radica nuestra incapacidad.
Hemos demostrado nuestro individualismo y evidenciado nuestras costumbres consumistas al abarrotar centros comerciales para llevar todo lo que se podía, sin importar qué pasará con el otro. ¡¡¡No compartimos ni el papel higiénico!!!
Un nuevo brote, y quizá igual de peligroso, surgió con la pandemia del COVID-19: la infodemia, término acuñado para describir la gran cantidad de desinformación, información errónea y mala información (cabe señalar que no son lo mismo) que se ha compartido entre ciudadanos. La escasa confianza en las autoridades y medios ocasiona que este mal se propague como virus entre la gente.
La cooperación se paralizó. Los gobiernos nunca mostraron su intención de articularse para enfrentar esta pandemia. Incluso, dentro de una misma nación las acciones han sido individuales, aisladas, desarticuladas, diferentes, a nivel nacional, provincial y local. Yuval Noah Harari , premio PULLITZER de literatura, plantea una cuestión bajo este escenario ¿La segregación es más importante que la cooperación? El miedo nos hizo atrincherarnos.
El oportunismo político, social o económico se valió de esta incapacidad, de esta falta de frugalidad, para intentar capitalizar, generó clivajes , cuyo impacto -en la incertidumbre que vivimos- es contraproducente: nos reducen a la individualidad y comprometen la gestión del riesgo.
Ciudades como Babahoyo, Quevedo y Santo Domingo cerraron sus “fronteras” para impedir el paso de personas de otras ciudades, que podían estar o no contagiadas por el virus. Decisiones que se tomaron con poco fundamento legal, pero sustentadas en el deseo populista de ser “la voz del pueblo”. Siempre la salud primará sobre la solidaridad.
En el caso de Bolivia, los clivajes generados por posturas políticas antagónicas, han activado discursos de supuesta inmunidad étnica, contraponiendo el saber científico con el saber popular.
A nivel mundial, los EEUU, en un absoluto rol nacionalista, ha privilegiado el “Make América Great Again” sobre lo que le sucede al planeta y sus consecuencias posteriores. Siendo que antes ejercían un liderazgo en la búsqueda coordinada de soluciones globales .
En ese contexto, es inevitable pensar que el futuro, pos pandemia, será diferente. La paralización del mundo sin duda generará un fuerte impacto económico. Muchos entendidos en la materia hablan de repliegue económico, reconfiguración del aparato productivo para la exportación, barreras arancelarias para la importación, oferta petrolera descontrolada y caída de su precio, empobrecimiento, desaceleración económica, restricciones a la movilidad, crisis migratoria, entre otras, como consecuencia de esta pandemia.
La información es fundamental si queremos desde este momento construir un futuro diferente. Debemos decidir si queremos, un pueblo informado y motivado o un pueblo vigilado e ignorante como lo menciona Harari.
La diferencia es que el uno es poderoso, el otro subyuga al poder. El uno puede caminar hacia una efectiva cooperación y solidaridad global que permita la solución de los problemas, el otro se sume en un aislamiento nacionalista. El uno demanda un absoluto empoderamiento ciudadano, el otro requiere vigilancia totalitaria.
El tipo de información que usan nuestros gobernantes y la que usamos entre ciudadanos debe cambiar si queremos transformar estas perspectivas. Debemos definir si queremos comunicar crisis o riesgo.
La primera genera como reacción miedo e incertidumbre, la segunda implica un cambio de hábitos, conductas y comportamientos. ¿Queremos que nuestros ciudadanos tengan miedo al virus o queremos que sepan cómo enfrentarse a él?, ¿permitimos que cualquier interés especule sobre las perspectivas futuras o trabajamos en un plan de reactivación económica?
Es fundamental que el pueblo tenga confianza en sus instituciones, las autoridades y los medios, pero eso… eso es otra historia
El oportunismo político, social o económico se valió de esta incapacidad, de esta falta de frugalidad, para intentar capitalizar, generó clivajes , cuyo impacto en la incertidumbre que vivimos es contraproducente: nos reducen a la individualidad y comprometen la gestión del riesgo.