EL MENOR DE LA FAMILIA

Francisco Naranjo es atento y afectuoso y quizá por eso sus más allegados le llaman Paco. Es hermano del Prefecto de Tungurahua y le unen muchos recuer­dos que asegura no olvidará mientras viva.

Uno de ellos ocurrió en el terremoto de Ambato-Pelileo del 5 de agosto de 1949. Por aquél tiempo Fernando era un bebe y casi perdió la vida en aquella tragedia que ocasionó más de 6.000 muertos, según los informes oficiales.

“Nos encontrábamos en un paseo familiar en la ciudad de Baños de Agua Santa. En el segundo temblor salimos todos de la casa y el pequeño Fernando estaba en la cuna durmiendo. Mi madre desesperada corrió a sacarlo, minu­tos después veíamos aterrorizados como todo se derrum­baba”, menciona Francisco, con un tono de voz reposado y afectado por ese incidente.

El ser el menor de siete hermanos, lo hizo el mimado de toda la familia; era el consentido, además de ser inquieto y travieso. Su curiosidad lo llevó a ser muy ingenioso a su corta edad. De hecho, siempre investigaba lo que sucedía a su alrededor.

Los juguetes se los fabricaba él mismo, no fueron la excep­ción dentro de su imaginación y creatividad. Fernando arma­ba sus propios carritos de madera y los inolvidables baleros.

No tenía un juego preferido porque su personalidad extro­vertida, con un toque vivaracho hacía que no se mantuviera por mucho tiempo en una sola actividad, por eso es que tam­bién fue un buen compañero de juegos, especialmente con el trompo.

Paco evoca con emoción y sonrisas aquellas veces que se dirigían al río Ambato para recrearse. Cuenta una travesía en particular pues causó preocupación a más de uno.

“Sucedió cuando mi hermano y sus amigos se creían va­queros. Amarraron a uno de ellos a un árbol y se olvidaron de aquel muchacho. Pasaron horas y la mamá de Ramón total­mente fuera de sí porque ya eran más de las 8 de la noche y su hijo no regresaba a casa, salió a preguntar si lo habían vis­to. Fue ahí que Fernando recordó todo y salieron a buscarlo.

Paco reconoce que su hermano menor siempre manifes­tó un acentuado interés por la ciencia. Fue por ese motivo que sus padres le compraron un equipo de química para que se entretuviera haciendo experimentos.

Fernando, incluso, contaba con mandiles poco ortodoxos, ya que eran las salidas de cama de su madre. “Una noche mi mamá se puso su pijama y se empezó a caer en peda­zos, nadie sabía por qué, después descubrimos que a más de ser pijama era mandil de química”. “También era hecho el torero”. “Sabían amarrarle al toro las patas y hacer como si estuviesen toreando, eso quedó plasmado en varias fo­tografías que se tomaban”.

Si bien es cierto este personaje era juguetón, Paco tam­bién destaca la capacidad de su

Hermano en los estudios. Siempre estuvo entre los prime­ros, incluyendo el ser ordenado y su afán por la lectura. Trae a su memoria que entre sus preferidas estaban las historietas de súper héroes: el Llanero Solitario, el Pato Donald y las poli­cíacas no podían faltar, además de tener una faceta de colec­cionista de estas revistas de historietas.

La afición por el fútbol y por su equipo el Macará le brindó a su vida momentos eufóricos durante su juventud. Cómo olvi­dar el día en que tuvieron por primera vez una mascota, todo gracias a Fernando, porque ese era uno de los privilegios de ser el pequeño de la casa, una deferencia que nadie más tuvo.

Su progenitora mimaba mucho a aquel infante, incluso Paco cuenta que “lo molestamos hasta ahora con una silla que era más alta a las demás, era donde mi madre hacia que mi hermano comiera. Era prácticamente imposible to­carlo porque se escudaba en sus padres para que nadie dentro de casa le hiciera algo.

“Nuestra educación siempre tuvo una línea de seriedad, responsabilidad y buen comportamiento”. Así define Paco el ejemplo que sus progenitores les inculcaron des­de pequeños y eso marcó en cada integrante de la fami­lia un compromiso con la sociedad, pues sabían que ser­vir a través del trabajo era honroso para el ser humano.

Mantener la familia unida es la clave de quienes son ahora y el amor que se tienen entre todos. El consejo de sus padres de nunca separarse lo respetan hasta es­tos días, es así que no existe enemistad dentro de sus hogares.

Como todos los seres humanos, la familia Naranjo Lalama tuvo momentos duros; la muerte de sus padres y de su hermana mayor ha dejado en sus corazones in­mensos vacíos. Sin embargo, es cuando más unidos han estado, al demostrar que lo importante es mantenerse juntos, “apoyándonos unos a otros”.

Paco centra a la admiración por el trabajo público de su hermano y exterioriza que “es una labor solvente, definida, innovadora y bien ejecutada, porque se logró apuntar a la provincia hacia el desarrollo. El Nuevo Mo­delo de Gestión responde a las necesidades de la colec­tividad, de esta manera siempre se ha consultado con el pueblo qué necesita, esto es algo que no todas las autoridades entienden y el Prefecto de Tungurahua lo hizo”. Puntualiza también que Fernando no es una perso­na que quisiera sacar beneficios por su labor, menos aún enaltecer su nombre, siempre vio él por la institución y por cada tungurahuense, por eso las obras realizadas en este periodo se adjudican al Gobierno Provincial y no a un solo personaje.“Debes seguir en la prefectura”, es lo que le dice a su hermano, pues ha sido un oyente de lo que coterráneos ambateños radicados en Quito dicen sobre su gestión. “Creo que uno cuando es amado por la colectividad debe estar ahí

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