- ¿Quiénes somos?
- ¿Por qué somos lo que somos?, ¿Para qué?
- ¿Lo que ven es lo que somos?
- ¿Cuánta integridad hay en esto que decimos ser?
Y precisamente con ese valor quiero iniciar: INTEGRIDAD; y esto implica ser fiel a sí mismo, a sus convicciones, a su verdad, a su ser, entre otras cosas es tomar el camino de la verdad, la congruencia, entre lo que pienso, digo y hago, está íntimamente vinculado con la honestidad, el respeto, la autorregulación emocional, la disciplina, la responsabilidad, la honradez, la justicia.
Suelo repetir que no tengo los valores «que digo tener» sino los que traslucen a través de mis acciones, no se trata de decir: «Soy honesto, soy responsable, soy íntegro», sino que mis acciones sean cónsonas con todo aquel discurso, más allá de parecerlo incluso, tengo que serlo.
Nuestro bagaje de valores empieza a formarse desde que nacemos, todo habla, todo enseña, es así como cada valor se modela en el individuo y lo marca como una especie de sello, que forja su identidad, su esencia, su YO SOY; esto mismo ocurre con las organizaciones, instituciones públicas y privadas, con la diferencia que los valores de esta deben traslucir a través del comportamiento de sus integrantes, desde sus líderes hasta el último de los colaboradores, evidentemente corresponde a quienes ejercen liderazgo la gran responsabilidad de formar en valores y alinear los valores de cada colaborador a los de la organización o institución. Si hay una «cara de la empresa», si hay una esencia, una identidad, es justamente aquella que reposa en sus valores, es lo que la da a conocer como aquello que «ES».
En el caso de las personas, ese SER, que es el verbo primigenio de la existencia humana, aquel del cual derivan todas las demás acciones y resultados, está compuesto por «la verdad de lo que somos», es una marca que nos acompaña hasta el fin de nuestros días, y me atrevo a decir que es el mayor legado que nos sobrevive aun después del sepulcro; he allí su gran valor e importancia, tener en orden las acciones de la vida, trae equilibrio, congruencia, verdad, en consecuencia integridad.
En esta era que se ha denominado como carente de valores o abarrotada de antivalores, en esta hora cuando lo valioso se subestima y tratan de imponerse terribles modelos orientados a la destrucción de lo genuino, basados en la mentira, la hipocresía, lo corrupto, lo vil, lo injusto, rápidamente podríamos decir: «Ya no vale lo que valía», «Ya no importan los referentes positivos», «Ya de nada sirve hacer lo correcto»; en esta era con gruesas pinceladas de hedonismo, simplista, se imponen paradigmas que han alterado el orden: SER, HACER, TENER, por una clara supresión del primero, con enfoque casi obsesivo en el último, y dejando al segundo sin raíz, ahogado en si mismo y sin sentido ni alto propósito; si, en esta era donde parece mejor ser fiel a cualquier cosa menos a sí mismo, es cuando más valiosa es aquella persona que camina contra corriente, que logra romper patrones, y aunque la mayor auto justificación pudiera ser: «Todos lo hacen», elige distanciarse de esta y apuesta a caminar en integridad, y esto es el mayor legado, la mayor proyección social, la más fuerte huella, que de una u otra forma inspirará a alguno de los que sigan, o bien se convierte en referente obligatorio.
De modo que, cual piedra preciosa, cual obra de arte inédita es de gran valor, y este reposa en lo que ES