Sencillamente Isabel Noboa

Isabel Noboa participó como expositora invitada en el “Congreso Internacional Mujeres Líderes Tungurahua 2020”, que fue organizado por la Fundación Muje­res sin Límites, en coordinación con el Gobierno Provincial de Tungurahua, el 31 de enero y el primero de febrero de 2020 en Ambato.

En ese encuentro volvió a reiterar la im­portancia de la presencia femenina en el sector empresarial. Además, brindó una amplia entrevista a la Revista Ne­gocios, en la que destacó su rol como madre de familia y empresaria que ama profundamente a su país. Estas dos fa­cetas merecen para ella una especial dedicación, cuyo valor le fue heredado de su padre: Luis Noboa Naranjo (+), un ambateño calificado como el más rele­vante empresario del Ecuador en el si­glo XX, esto es lo que nos dejó a su paso por su visita.

¿Cómo le ayudó a Ud. la formación en el exterior?

Creo que tuve el honor de estar en una escuela afuera, sobre todo porque mi padre fue una persona que empezó sin recursos. Quería que sus hijos tuvieran la mejor educación posible, y por eso nos mandó a los seis a formarnos en Eu­ropa durante siete años. Incluso, mi her­mano mayor estuvo fuera una década.

Creo que con esta decisión perdí algu­nas cosas, pero gané en cultura, en len­guaje y aprendí a manejarme en sitios desconocidos. Era todo un reto para una chica de 12 años. Llegué a un colegio sin saber el idioma y con la idea de hacer amigos nuevos. Allí me enseñaron a ser humilde y eso reforzó los principios y valores que nos inculcaron en el hogar. Por eso, era impensable copiar de un examen ajeno. Con el tiempo conocí y disfrute de la amistad de personas de 46 nacionalidades: hindúes, chinos, ja­poneses, de todas partes del mundo.

¿Cree haber cumplido el sueño de niña?

En ese momento, esto no era parte de mi sueño. Yo deseaba crecer en mi ho­gar con mis padres y mis amigos queri­dos. Eso no lo pude hacer, pues ocurrió un rompimiento al irme de interna. Solo volvía al país en las vacaciones. Mi sue­ño ha sido siempre servir y lo he hecho en la mayor parte de mi vida. Mi abue­lita ambateña me llevaba a los barrios suburbanos. Debido a esa experiencia, formé a los 24 años la Fundación para la Adopción de Nuestros Niños (FANN) y la Fundación ‘Semillas de Amor’ contra las drogas y el alcohol. A esto le siguie­ron otras organizaciones humanitarias a nivel de las empresas que manejaba mi padre en el Consorcio Nobis. Hoy en día, más que nunca me doy cuenta que el empresariado tiene la obligación de servir, ser parte y aportar a la comuni­dad.

¿Cómo vuelve realidad sus iniciativas filantrópicas?

Casualmente, hace un año empezamos un movimiento entre 40 empresarios ambateños, que viajaron a Quito, para apoyar al país con escuelas, porque el Estado no tiene recursos para atender estos requerimientos. Eso me encanta de la gente ambateña: ellos se preocu­pan de servir y sacar adelante sus nego­cios, la ciudad y su provincia.

Uno de los pilares para ser una empre­saria exitosa es la educación, cuéntenos más de su formación.

Me gradué en Suiza, con un diplomado en francés, inglés y matemáticas en la Universidad de Cambridge. A los exáme­nes nos presentamos 60 alumnas y pa­samos solo seis. Eran muy difíciles. Por suerte, tuve un padre muy hábil en el área de cálculos, tanto que se le podía decir cifras de cinco números con deci­males y él resolvía todo en su cabeza. Era una persona fabulosa.

¿Y su formación universitaria?

Terminé el colegio en Suiza y luego me preparé para los exámenes de ingreso a Cambridge u Oxford. Me gradué en un colegio inglés y teníamos la obligación de hablar una semana en inglés y otra en francés, siempre con una profesora especializada en el almuerzo, el desayu­no y la cena. Cuando regresé a Ecuador, le dije: “papá estoy preparada y me voy a Cambridge”, y él me dijo: “No, has estado seis años fuera y no voy a permitir que te vuelvas a ir, lo que voy hacer es ense­ñarte el mundo”. Como era exportador, viajé con él, mi madre y una hermana por China, Japón, Tailandia, India, Euro­pa. Hubo anécdotas muy lindas. Como yo no quería dejar de estudiar, elegí por correspondencia un Diplomado de Eco­nomía en la Universidad de Londres.

¿Luego de su matrimonio siguió prepa­rándose?

Me casé muy joven y mi esposo que era celoso, no quería que fuera a la univer­sidad. Entonces trabajé con las funda­ciones en el área social. Luego de diez años de matrimonio ingresé a la Uni­versidad Católica de Guayaquil, pero tuve problemas con mi exesposo por la atención a la familia. La dejé luego de dos años. Siempre me gustó el área de cálculos y finanzas, entonces contraté profesores universitarios americanos que me daban clases privadas.

¿Cómo manejó la transición hacia la parte empresarial?

Cuando mi padre falleció en 1994, tuve que asumir la administración de las empresas. Fue un momento caótico para el país porque no se reconocía a la mujer para liderar un Consorcio. Par­te de lo que tenía que manejar era un centro comercial y hasta el barrendero estaba deprimido porque pensaba que nos iríamos a la quiebra. Pedí ayuda a un empresario importante de Quito, que era socio en el centro comercial. Él me sugirió contratar a la asesora Macken­zie para que me dijera cómo estaba la empresa, sus fortalezas, debilidades y oportunidades. Esto tomó seis meses.

Mientras, tomé un curso sobre Advan­ce Management en la Universidad de Harvard. Necesitaba a los mejores pro­fesores en todas las facetas, lo cual me ayudó muchísimo.

De tantas empresas que ha administra­do, ¿le tiene cariño a alguna en espe­cial?

Yo diría que a todas. En algún momento cuando pudimos rescatar a La Univer­sal (porque en el Consorcio Nobis ha­blamos del equipo y los colaboradores), fue una de mis preferidas porque tenía un siglo de existencia y estaba cerrada por tres años. Logramos convencer a 800 trabajadores que eran los dueños de la empresa para que la vendieran. Eso fue un logro significativo. Sabemos que mu­chas multinacionales habían hablado con estas personas y al final como equi­po logramos que abrieran nuevamente.

¿Qué la motivó a comprar la empresa del Dr. Carlos Coronel de Riobamba?

Porque casualmente queríamos expan­dirnos y también porque Riobamba es un sitio estratégico por su clima para los chocolates y confites. Por eso abrimos en esa ciudad.

¿Qué le hace falta a la zona centro para que el Grupo Nobis invierta?

Siempre escuchamos oportunidades de cualquier zona y dependerá de las etapas y flujo necesario para hacer nue­vas inversiones. Como Consorcio Nobis tratamos de atraer inversionistas de afuera, aunque a veces es difícil por las reglas que tiene el país. Lo importante como Nobis es que estamos compro­metidos con el desarrollo empresarial y que los extranjeros puedan invertir aquí y dar fuentes de trabajo.

Uno de los sectores que trabaja fuerte es la construcción. ¿Tiene algún acuer­do con la constructora de Tommy para construir cada quien en su ciu­dad?

Tommy Schwarzkopf es un gran amigo mío, lo respeto como un profesional pero no hay ningún acuerdo con él. Si quiere venir a construir a Guayaquil, en­cantada de recibirlo y que embellezca nuestra ciudad.

Al ser una persona de fe, ¿cuándo cree usted que se ha puesto a prueba?

Muchísimas veces he tenido que poner­me a prueba. Creo firmemente que los obstáculos no existen y finalmente tie­nes que analizarlos en tu mente, y que depende del tiempo que resistas, siem­pre vas a poder lograr el éxito. Por eso, casualmente en la Biblia, San Pedro con fe pudo caminar sobre las aguas, pero cuando perdió la fe se hundió inmedia­tamente.

¿Cuál es el mensaje para las mujeres que están en proceso de emprendi­miento?

En primer lugar escojan la profesión que las haga vibrar, si quieren ser guitarris­tas deben ser las mejores, porque una vez tomada la de cisión hay que ponerle todo el empeño, la perseverancia y el amor.

¿Qué estrategias de éxito ha aplicado en su vida empresarial?

La más importante es escoger el equipo de trabajo, aquel que complemente tus cualidades. Por lo tanto, en un colabo­rador busco que sea profesional, que tenga principios y valores, una persona de fe, optimista y perseverante.

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