UN APASIONADO POR SU TIERRA

Fernando Naranjo consiguió lle­gar donde se había propuesto con entereza y buenos pre­ceptos familiares, aunque el destino también le prestó una ayuda valiosa. Lo puso en el camino correcto y con las personas correctas, como él mis­mo lo reconoce. Al parecer su ruta de vida fue trazada desde la niñez: como el último de siete hermanos.

Desde el sillón de Prefecto, que ocupa por cuatro períodos consecu­tivos en el séptimo piso del Gobier­no Provincial de Tungurahua, ve su vida en retrospectiva. No oculta una sonrisa generosa de satisfacción por todo lo que ha vivido, se siente en paz y rodeado por lo que en verdad ama.

Los cimientos de su personalidad sin duda alguna fueron sus proge­nitores y su educación cristiana católica. Su padre, Nazario Naranjo Montalvo, como notario primero subrogante del cantón moldeó su personalidad para volverlo amigo de todos, comunitario y solidario.

De su madre, Herminia Lalama Pa­chano, heredo la bondad, la compa­sión y ese deseo ferviente de apoyar y de involucrarse, especialmente, en las zonas rurales de su ama­da Tungurahua. Un amor profundo por su tierra que lo convirtió en chovinista.

Reconoce que tuvo la fortuna de tener el ejemplo permanente de sus padres y el cariño compartido de és­tos y sus hermanos. Lo llamaban ca­riñosamente “el chiquitico”, el apo­do inconfundible para aquellos que gozan de consentimientos y mimos.

No por eso se aplacó su curiosi­dad que muchas veces se confundía con travesura. Empezó su formación en el Jardín de Infantes del San Vi­cente de Paúl de las Hermanas de La Caridad. Eso le ayudó a hacer el pre­paratorio y pudo ingresar directa­mente al segundo grado de escuela.

De esa etapa escolar recuerda con cariño al Señor Llerena que le dio una especial atención y le despertó el amor por la Matemáticas. En la se­cundaria formó parte de los grupos de amigos en un Ambato todavía ru­ral y pequeño, en el que los padres imponían horarios de salida y de lle­gada que no podían desobedecerse. Las 10 de la noche era la hora infran­queable para regresar a casa.

Las caminatas, aquellas que se disfrutan entre adolescentes para hacerse confidencias e intercambiar secretos, fueron parte del gusto de Fernando Naranjo. Paseaban entor­no al parque Montalvo o se iban al cine. Intercambiaron experiencias que acentuaron una amistad entre ellos que desafió al tiempo y que perdura hasta la actualidad.

Sus vacaciones favoritas fueron a la casa que tenía un tío suyo, el Mayor Luis Lalama, quien vivía en los alrededores del parque Juan Be­nigno Vela en una zona que por ese tiempo era considerada el final de la ciudad.

Caminar hacia allá le aseguraba nuevas aventuras al adentrarse ha­cia Terremoto y Los Huachis. Sitios donde se acababa también Ambato por el año 1956. Eran suelos de­sérticos extensos, con pencos y plantas de frutillas en donde prac­ticaban tiro los militares. Hoy ese territorio reverdeció con el Canal de Riego Ambato-Huachi-Pelileo.

Eran las sencillas vacacio­nes que podían permitirse los tungurahuenses de aquél enton­ces. Hubo también viajes a la playa de Manta donde unos amigos de su padre. A los 10 años conoció el mar.

Fue una infancia bordada con mucha sencillez, satisfacción e investigación. Sí, esto último im­pulsado por la curiosidad novele­ra. Una temporada se dedicó a la tauromaquia con una carretilla, una tela y mucha imaginación. Tal vez fue motivado porque se esta­ba construyendo la actual Plaza de Toros.

También se dedicó al atletismo y se moldeó una pequeña pista de­trás de la casa de su familia que estaba ubicada en la calle Roca­fuerte donde hoy funciona la Es­31

cuela Argentina, pero llegaba hasta la Pérez de Anda.

Luego adecuó un “laboratorio” de química que mantuvo desde quinto a sexto curso de colegio. Su afición por el fútbol todavía lo lleva a disfrutar de los partidos del Macará.

Con estas aficiones y experimentos, Fernando definió su futuro.

EJEMPLOS DE VIDA

Su padre es el ejemplo principal de su vida. Hay frases suyas que Fernando Naranjo repite siempre: “Hay que llevarse bien con todos, porque de todos se nece­sita en algún momento”. Una frase que el Prefecto considera que es de sa­bios cumplirla al pie de la letra y que le ha dado ex­celentes resultados en su vida administrativa tanto en la Empresa Eléctrica Ambato, las empresas y organizaciones privadas que ha gerenciado y en el Gobierno Provincial.

“Hay que extender los pies hasta donde den las cobijas”. Esta otra frase le ayudó a mantener una economía equilibrada y guía su actuar con res­pecto al gasto. Por eso, Fernando es muy malo para endeudarse y consi­dera que no es un hombre ambicioso.

Cree firmemente que en la vida el ser humano debe realizarse, esto es hacer las cosas con satisfacción, rodeado de un entorno de amistad y cariño para llevarse con toda la comunidad.

El complemento a todo esto es la bondad que como se ha dicho, here­dó de su madre. Y que cuando la recuerda su sonrisa adquiere un matiz de nostalgia profunda. Las lágrimas de ella lo enternecían profunda­mente y porque además era muy religiosa. Todos los días iba a misa a las 6 de la mañana a la Iglesia de Los Redentoristas.

Fernando Naranjo no se considera un fanático religioso. Su creencia católica es por herencia y no por doctrina. Acude a misa al Santuario de Baños de Agua Santa solo cuando lo invitan, a la Bendición de la Fruta, Las Flores y el Pan y a las bodas.

Eso no significa que no aplique la ayuda a la gente más necesitada, no por caridad sino con oportunidades para ayudarle a seguir adelante.

RELACIÓN FAMILIAR ESPECIAL

Los hermanos mayores fueron también ejemplo de vida para Fernando Naranjo, especialmente sus dos hermanas que a la muerte de la madre trataron de ocupar el lugar de ella. La relación entre todos siempre fue positiva: la dos hermanas mayores, dos hermanos varones, dos herma­nas menores y el “chiquitico” Fernando Naranjo.

Los Naranjo Lalama siempre fueron una familia muy unida por el amor y férreos principios morales. Una de sus hermanas mayores trabajó en el Gobierno Provincial durante 43 años y falleció recientemente.

La manera ideológica de pensar de su hermano Paco, el arquitecto, también influyó en su formación de equidad social. Fernando está con­vencido que por ser el último de la hermandad no fue un mimado mal­criado. Lo apoyaron en todo, eso sí.

SU VOCACIÓN PROFESIONAL

  Los ensayos de torero, químico, matemático y las habilidades que le enseñaron sus hermanos lo fueron moldeando en su vocación profesio­nal. Fernando recuerda la Feria de Finados que también se conocía como la “Navidad de los Pobres”, por la enorme cantidad de juguetes que se moldeaban con arcilla y metal: carros, planchas, cocinas, ollas, platos, cucharas, jarras, tazas, teteras y más.

Uno de los objetos predilectos para Fernando eran precisamente los carros de lata. El corredor Luis Larrea estaba en pleno fervor y “el chi­quitico” era uno de sus jóvenes fanáticos. Impulsado por ese deseo, desbarataba el motor de resortes de esos juguetes para reemplazarlo por otros objetos de plomo y luego volverlos a pintar con colores de la moda tuerca.

Eso despertó la vocación por la Ingeniería Mecánica y con el tiempo se graduó en esta especialidad en la Escuela Politécnica Nacional en Quito. Esa afición de chiquillo por las carreras no se quedó solo en los jugue­tes, armó un equipo para competir en las tradicionales competencias de los coches de madera.

Primero se desarrollaban en la bajada empinada del Ollero en la pa­rroquia Pinllo. Un descenso muy peligroso que fue suspendido por los accidentes que hubo. Sin embargo, los organizadores buscaron otra ruta: La Libertad en Laquigo en dirección a Atocha.

En este último tramo, Naranjo participó muchas veces y se caracteriza­ba porque los coches debían ser fabricados por los mismos competido­res. No fue ningún problema para el hábil muchacho que con sus amigos se consiguió un talón y mandó a moldear las llantas donde el maestro Aldás para luego cubrirlas con caucho.33

Una vez listo el coche se probaba en la “bajada de los chan­chos”, así se denominaba al descenso por el Liceo Cevallos, an­tes de la calle Pérez de Anda. Se llamaba así porque el camal estaba ubicado en esa zona, al igual que los bomberos y la casa del Prefecto. Era una bajada de 120 metros. A pesar de los en­trenamientos previos, Fernando terminaba contra la peña, sin frenos, en la curva de Laquigo.

Por fortuna salían sin golpes de consideración y así fue for­mándose su carácter de emprendedor.

Al Hermano Félix le decían “el palanqueta” y al Hermano Eduardo que le enseñó química y le llamaban el “coca cola”. Repe­tir estos apodos en la Politécni­ca Nacional era una delicia para los condiscípulos de Fernando. Les mencionaba al “amebas”, “el chamburo”, “el pildorita”, “el chulo”, entre otros. A él lo bauti­zaron como “omoto”, un nombre obvio por su baja estatura.

LA PARTICULARIDAD DE LOS APODOS

En Tungurahua un apodo puede durar toda la vida. Es una práctica cotidiana que utilizan los amigos para resaltar las ca­racterísticas físicas o habilidades de sus colegas o compañeros. Fernando no vivió exento de eso.

Menciona que al Hermano Félix le decían “el palanqueta” y al Hermano Eduardo que le enseñó química y le llamaban el “coca cola”. Repetir estos apodos en la Politécnica Nacional era una delicia para los condiscípulos de Fernando. Les mencionaba al “amebas”, “el chamburo”, “el pildorita”, “el chulo”, entre otros. A él lo bautizaron como “omoto”, un nombre obvio por su baja estatura.

Y así lo saludan incluso los hijos de sus amigos. Y el Prefecto no lo siente como un apodo y peor como una ofensa. Es más, le agrada mucho porque de su padre heredó esa estatura.

Orgulloso de sus raíces, el Prefecto no perdía ocasión para demostrarlo en la capital de la República. En sus cuader­nos de estudio exhibía orgulloso la leyenda: “Viva Ambato independiente”.

Cuando tenía 8 años y conoció Quito, de la mano de un tío suyo, entró al almacén El Globo, famoso en ese tiempo y uno de los más grandes de la ciudad. Fernando ingresó y comentó que el almacén del ambateño Juan Darquea era mejor.

Así empezó el chovinismo por su tierra: los paisajes y la ca­lidad humana de la gente. “Los tungurahuenses somos gente muy honesta, muy trabajadora, emprendedora, asociativa y solidaria”. Esta frase ha sido repetida un si fin de veces por el Prefecto. Una afirmación que tiene mucho que ver con la resiliencia del tungurahuense para enfrentar adversidades pro­venientes de las sequías, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, y un largo etcétera.

Los antepasados cambiaron la geografía de su provincia me­diante canales de riego, sembradíos, jardines, frutales. Al ser una provincia pequeña de 3.334 kilómetros cuadrados y algo más de 600.000 habitantes, las propiedades grandes fueron eli­minándose paulatinamente y se formaron los solares (cuadras) o pequeñas propiedades individuales o familiares de hasta dos hectáreas.

EL DESPERTAR DEL POLÍTICO CON BASE EN LA
EXPERIENCIA

Desde niño su destino lo fue preparando para una participa­ción social muy activa desde la política, a pesar de que hasta está convencido que la política significa servir a los demás y desde ese punto de vista humano, todos somos políticos o deberíamos serlo en mayor o menor escala.

Sin embargo, tan pronto ingresó a la Politécnica Nacional se vio envuelto en los grupos políticos con tendencia socia­lista. Fue electo Presidente del curso y luego de la Asociación Escuela. Con Ángel Polibio Chávez y Fernando Sevilla forma­ron la Asociación de Tungurahuenses.

Trabajó mucho en el movimiento estudiantil de esa época. Y allí empezó a despertarse su interés por la representación administrativa de las masas, no necesariamente con la afilia­ción a un partido político. Se alineó a la izquierda y fue parte del grupo que fue atacado por el Gobierno de Velasco Ibarra en los años 70, cuando formó parte de un grupo de teatro: otra de sus “novelerías”, según sus propias palabras.

El Frente Amplio de Izquierda (FADI) fue parte de sus pre­dilecciones, pero nunca se afilió a esta agrupación. Le agra­daban sus líderes como René Mauge y Pedro Saad, ejemplos de vivencia izquierdista. Sus lecturas eran los textos de Pedro Jorge Vera.

Para Fernando Naranjo, en Ecuador hay el concepto errado de que la gente de izquierda tiene que vivir pobremente. “La gente de izquierda tiene que hacer que todos vivan bien. Y si tú en base a tu trabajo honrado llegas a tener algo más, eso está muy bien”.

 

Esto es la base de sus argumentos al empezar a trabajar como Gerente General de la Empresa Eléctrica Ambato por más de 20 años. Allí la experiencia más interesante que tuvo fue la siguiente: había dos líderes sindicales, Luis Altamirano y Gilberto Marín, con quienes habló para afiliarse porque ve­nía de la Politécnica Nacional.

Ellos le respondieron que eso no era posible porque era Ingeniero y eso no se vería bien. Los aceptaron a regaña­dientes bajo el argumento de Fernando de que el Sindicato “no es una definición política, sino una definición de servicio para los compañeros”.

Naranjo llegó a la Empresa Eléctrica en la época en la que en la dirección había cuatro egresados y un ingeniero. Cuando habló con Antonio Rosero, Gerente de entonces, para ofrecerle sus servicios y lo aceptaron con la condición de que le dieran un viernes libre cada semana para concluir su tesis y graduarse.

Naranjo egresó en julio de 1972 y en octubre de ese mismo año entró a laborar en la Empresa Eléctrica con la condición mencionada. Rosero aceptó y lo felicitó ya que tenía cuatro egresados que llevaban cuatro años sin graduarse.

Es febrero del 73 se graduó y al día siguiente Rosero le reconoció el título y le subió el sueldo, pero con nuevas res­ponsabilidades y ya manejaba el mantenimiento de la Cen­tral Eléctrica de la Península y la del Batán en Miraflores. En 1977, Antonio Rosero dejó la Gerencia y lo reemplazó el Ing. Jorge Barragán. Naranjo fue nombrado Director Técnico. Dos años después, Barragán renunció y nombraron como Geren­te (e) a Naranjo. Fu un ascenso “meteórico”, según su propia versión, y solo tenía 29 años.

Le ofrecieron entonces un asesor que Naranjo no aceptó. “Si a mí me dan la Gerencia me dan con todas las responsa­bilidades, yo no necesito asistentes. Nunca he creído en los asesores”. Al respecto, Luis Pachano, Alcalde de Ambato, senten­ció: “Esa frase que Ud. ha dicho garantiza que será un buen Ge­rente porque no depende de nadie y asume todas las responsabi­lidades”. Naranjo vivió la fase de integración provincial y regional con Pastaza y la facturación en línea con el uso de computadoras.

Esta tarea la intercalaba con su afición por la enseñanza en la Universidad Técnica de Ambato (UTA) en 1973 apenas se graduó en la Politécnica en donde también fue profesor en el último año como ayudante de cátedra en Matemáticas. Ingresó como docen­te en la Facultad de Ingeniería Industrial de la UTA, primero como auxiliar y después como principal. Dio la cátedra de Diseño de Plantas Industriales, un espacio muy apropiado para un Ingeniero Mecánico. Una vez más el Destino jugó a su favor.

Naranjo fue profesor en la UTA desde e 1973 al 2000. Tenía 27 años como tal, pero no la edad suficiente para jubilarse. Cuando tomó la decisión de participar como candidato a la Prefectura necesita una licencia, claro que podía seguir en la docencia, la Ley lo permitía. Sin embargo, Fernando solicitó una licencia sin sueldo por los siguientes cuatro años. Pensó que su separación de la Docencia sería temporal, pero no fue así. Nunca imaginó que le vendrían cuatro periodos consecutivos como titular del Gobierno Provincial de Tungurahua

Como antecedente, mi incursión en la Política formal ocurrió en 1998 con la convocatoria a la Nueva Asamblea Constituyente. Los jubilados de la Empresa Eléctrica me propusieron como can­didato por el “Movimiento Manos Limpias”, y Mario Naranjo, de la misma institución, me animo más a intervenir juntos. Lo hice y me gustó el nombre del movimiento que hacía referencia a la honestidad a toda prueba. Luis Pachano entró como candidato principal a la Constituyente y yo estaba de segundo. Fue una ex­periencia interesante porque no había dinero para nada, apenas había para afiches realizados en computadora, en blanco y negro, que entregábamos en las tiendas y almacenes”, recuerda Naranjo.

Perdieron, pero Fernando lo tomó como una ganancia que le permitió aproximarse a la forma de pensar de la gente. Como aseguró su compañero de binomio, Fernando Callejas, su tocayo era muy malo para hacer política.

“Nunca he podido acercarme a alguien para decirle: hola cómo le va, vengo a pedirle su voto. Ni muerto hacer eso. He preferido los foros donde pueda hablar. Cuando formamos el Frente Cívico yo les pedí que no me pusieran a caminar en la calle saludando a nadie, peor ir a los mercados o a los estadios. Eso no me parece correcto. A mí pónganme en las reuniones de los barrios y en las asambleas. En efecto así he hecho mis campañas, hablando ante grupos numerosos. Una de mis características es no ofrecer nunca ni dar nada. El que ofrece sino está seguro que lo va a ha­cer, está engañando a la gente. Y mi formación es de no engañar nunca”.

Sus coidearios no estuvieron de acuerdo con él, pero contra todo pronóstico ganó. Al respecto el Prefecto opina: “Hubo un cambio ra­dical de la forma de pensar de las personas. Yo les ofrecí dialogar sobre sus necesidades primordiales. La gente necesita trabajo y so­bre eso se debe dialogar. El Nuevo Modelo de Gestión se fue madu­rando en base a estas experiencias del trabajo comunitario que yo pude vivirlo desde la Gerencia de la Empresa Eléctrica. La electrici­dad podía llegar más si los usuarios participaban activamente sin ponerle nombre a la obra pública. Así logramos el 95% de atención en las zonas rurales, el porcentaje más alto en Latinoamérica”..

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