Todas las personas tenemos sueños, pero estos se vuelven grandes cuando lo hacemos posible, el sueño de Don Medardo Cepeda, fue el tener su propia fábrica de carrocerías, un hombre que desde niño entendió el significado de la responsabilidad y trabajo, nació en la maternidad de la ciudad de Ambato el 23 de abril de 1943, junto con sus padres Manuel Cepeda y Amada Logroño oriundos de Cotopaxi emigran a la ciudad de Ambato para dedicarse a la carpintería y de esta forma ser el sustento de sus 9 hijos, trabajaban manejando máquinas de otros aserraderos (momentos muy difíciles que tuvieron que pasar). Medardo cuando tenía 12 años de edad ayudaba a su padre en el trabajo, su día empezaba a las 2 de la mañana, la primera tarea a él encomendada era prender las maquinas del aserradero y poner a punto la logística, cuando el reloj marcaba las 6 am regresaba a casa a desayunar, ponerse el uniforme y asistir a la escuela González Suarez, donde estudiaba.
El tiempo pasa y a más de los trabajos en carpintería que encargaban a su padre, aprendió y se dedicó también a la construcción de carrocerías, es decir, a la elaboración y reparación de cajones y cabinas de madera y carrocerías para el transporte de pasajeros. En ese preciso momento empieza a nacer en Don Medardo la pasión por las carrocerías; no obstante, con el paso del tiempo tuvo que abandonar sus estudios por la difícil situación económica y dedicarse a trabajar para apoyar al sustento de su familia. Junto con su padre trabajan muy duro para poder llevar el pan a su casa, sin dejar de lado el gran sueño que tenía a pesar de lo complicado de la situación, sabía que con esfuerzo y persistencia lo lograría.
Tiempo después decide cumplir con el deber de la Patria ingresando al servicio militar. A su regreso, encontró las cosas diferentes, ya que, las carrocerías de madera estaban quedando obsoletas, empezando a ser reemplazadas por las carrocerías metalmecánicas, por lo que, vio la necesidad urgente de emigrar a otra ciudad para aprender el oficio y ganar en experiencia. Era el año de 1965, cuando el joven Medardo, se desarraiga de su natal Ambato y de su familia para ir a Quito en la búsqueda de su ansiada meta, consiguiendo trabajar primeramente en la reconocida fábrica de carrocerías “Thomas”, y después, en la fábrica de carrocerías “Superior”, empresas de prestigio a nivel nacional que le brindaron la oportunidad de aprender sobre la fabricación y ensamblaje de carrocerías metalmecánicas.
En ese ir y venir de ciudad en ciudad, en el año 1966, se le presenta repentinamente la oportunidad de trabajar para las carrocerías VARMA en Ambato, en su tierra natal, y sin desaprovechar el tiempo ni la oportunidad aprende más del oficio y a la vez comparte sus conocimientos obtenidos en las grandes fábricas carroceras de la ciudad de Quito. Al mismo tiempo, adquiere la licencia profesional, logro que le permitió trabajar como chofer, pero no por mucho tiempo, porque como dice Don Medardo, trabajar en el volante no era su ilusión, por tal motivo, abrió por su cuenta un tallercito de tapicería, pero esto no duró mucho. De repente se le presentó la oportunidad que le abriría la puerta para cumplir su sueño, construir su primera carrocería metálica sobre un chasis Ford propiedad de los hermanos Carrillo, demorándose alrededor de 2 meses y con la ayuda de más o menos 12 operarios y sobre todo con la ayuda y apoyo de su padre.
Así empezó la historia de Don Medardo, ya que, al ver su buen trabajo los clientes empezaron a llegar y el sueño que se había cumplido con mucho esfuerzo siguió creciendo. De este modo, Medardo abre su primer taller metalmecánico por el año de 1970 en la calle Pacha y Atis. Después de algún tiempo se necesitaba más espacio y se trasladan a su segundo taller en la Av. Atahualpa, y como el negocio resultó ser bueno por la calidad, seguridad y durabilidad de las carrocerías, su fama creció rápidamente, las carrocerías de Don Medardo recorrían las carreteras del país, se hicieron conocidos, y los clientes solicitaban en más cantidad sus productos; por esa razón tuvieron que abrir una nueva planta en el sector de la Magdalena, lugar donde funciona actualmente la fábrica con 116 obreros, trabajando y produciendo alrededor de 10 unidades al mes.
La ilusión de todo ser humano es tener una pareja, formar una familia, tener hijos y realizarse en el ámbito personal y profesional, así fue como Don Medardo se casó con Eugenia Jácome, una mujer fuerte, decidida y sobre todo incondicional, porque fue el apoyo de su esposo tanto en el ámbito empresarial como en el hogar. Procrearon 3 hijos Víctor Hugo, Tatiana y Eduardo, que fueron criados con amor, respeto y ejemplo de lucha y esfuerzo y que sin duda alguna son el orgullo de su padre, ya que, al hablar de ellos salen a flote emociones, alegrías y sonrisas, que demuestran el cariño y ternura que siente por ellos. Actualmente los 3 hermanos Cepeda están al frente de la empresa que su padre levantó con mucho esfuerzo, sufrimiento y sacrificio, ganándose de esta forma el reconocimiento local y nacional.
Existen personas que pueden llegar a cambiar la vida de un hombre de manera extraordinaria, esos seres maravillosos son los 10 nietos de Don Medardo, que al nombrarlos sus ojos se llenan de lágrimas y su corazón reboza de amor y alegría, sus nietos son su adoración sin duda alguna, siempre trata de consentirlos, darles confianza y sobre todo amor. Menciona que él siente una gran satisfacción y felicidad cuando todos se reúnen en la mesa y al ver que la familia es grande siente aún más alegría, porque al verlos a todos juntos recuerda de alguna manera su niñez cuando con sus ocho hermanos y sus padres se reunían a comer y podían compartir momentos únicos a pesar de los problemas.
Así fue la vida, así se cumplió su sueño y aswí ahora Don Medardo Cepeda siente la satisfacción de haber logrado lo que un día se propuso; además, de tener una gran familia, espera que en poco tiempo pueda ver cumplido el último de sus sueños, que es agrandar su planta carrocera en el sector de Santa Rosa, con vegetación que proteja la fábrica y sobre todo con su familia junto a él.